¡Kia Ora!
Hoy nos levantamos en Wellington -sin haberlo visto- para cruzar el charco que separa las islas norte y sur y empezar nuestra travesía en la otra cara de Nueva Zelanda. Los siguientes dos días los invertiremos en desplazarnos hasta el glaciar de Franz Josef (FJG o Frank Josef Glacier), con las siguientes paradas:
- Blenheim, nicho de los mejores viñedos y bodegas
- Lake Rotoiti, uno de los grandes lagos del sur
- Hanmer Springs, donde haremos noche
- Greymouth, Hokitika, Harihari, Whataroa, y otros pueblos de interés
- Okarito, hogar de una raza de kiwis carísima de ver
- Franz Josef (Waiau) Glacier
Tras saltar de la cama a las 7 de la mañana, hemos desayunado con rapidez para desplazarnos al puerto de Wellington, donde nos esperaba el ferry "Interislander", que en un plazo de 3 horas te lleva desde la capital del Norte hasta Picton, en el Sur. En el ferry se hay un mirador precioso -lástima que el día no acompañaba-, algunas opciones de restauración y una pequeña tienda. Si necesitáis Internet, el ferry no os salvará la vida.
Al llegar a la isla sur hemos cogido el coche rápido directo a Blenheim, para intentar catar algunos vinos al tratarse de la zona más famosa de Nueva Zelanda para este menester (dispone de 5 veces más terreno que en la segunda zona más relevante, en la isla norte). ¡Y eso hemos hecho! Había dos paradas mínimas programadas, Villa María y Brancott Estate.
La verdad es que la visita a los viñedos se nos ha alargado un poco, y haber llegado al sur al mediodía... ¡tampoco daba mucho margen de maniobra! Así que nos hemos saltado la visita al viñedo (que ya hemos hecho algunas en casa) así como la exhibición de aves de presa (que ésta sí puede valer la pena, son famosos por ello) y hemos puesto rumbo express a Hammer Springs, donde dormiremos esta noche.
En el camino hemos parado en un lago precioso, el Lago Rotoiti (lake Rotoiti), donde hemos disfrutado de las vistas y de la fauna que rondaba por allí (gaviotas, cisnes y patos, muy activos todos). Hemos visto que es un punto popular para los locales para venir, desembarcar la barca y salir de excursión. ¡Hemos visto unas lanchas individuales muy interesantes! Aquí tienen mucha vida fuera de casa, ¡es muy interesante!
Y de ahí... ¡camino a Hanmer Springs! Esta población es popular por las alternativas de baños, spa y masajes. Mucha gente viene aquí a relajarse... ¡y nosotros venimos de paso! Cuando hemos llegado eran las 9 y, claro, la mitad de restaurantes ya habían cerrado cocinas. Así que hemos terminado encontrando un indio donde, la verdad, hemos comido excelentemente bien. Y con la barriga llena... ¡nos hemos ido a la cama!
Al día siguiente hemos intentado aprovechar hasta el mediodía para disfrutar del pueblo y relajarnos, ya que estábamos allí. Como ya empezamos a estar algo cansados de piscinas calientes, hemos optado por un masaje justo delante del hotel (artisan spa)... y nos han hecho sendos masajes de una hora que, en palabras de Noe, "es el mejor masaje de espalda que me han hecho en la vida". La verdad es que se esmeran y hemos salido del pueblo con pocas ganas de conducir y un extra de relajación... pero mucha carretera por delante (5 horas más).
La carretera hasta Franz Josef Glacier es preciosa, y hemos realizado bastantes paradas para ver algunas de las maravillas que la isla sur puede y quiere ofrecer, en un día soleado como el de hoy. ¿Os he dicho que en el sur, donde tenía que hacer frío, estamos experimentando los mejores días de sol y calor del viaje? Para comer hemos parado en Reefton, donde como en muchos pueblos típicos neozelandeses (que en su momento fueron pueblos mineros o lo siguen siendo), consiste en una calle con comercios y punto. Y la media de edad de la población... éramos los adolescentes, vamos. ¡Y bien grande que sale en el mapa! En resumen, un día de travesía en el que hemos disfrutado del sol y de los paisajes espectaculares de la isla... ¡pero aún quedaba una cosa por hacer!
Tras una larga ruta en coche, hemos llegado al hotel de Franz Josef Glacier, un lodge que es una maravilla (el hotel más bonito hasta la fecha, West Wood Lodge) y que ha valido la pena el pequeño sobreesfuerzo económico. De entrada me he enamorado de los perros, con los que me he encariñado mucho (unos labradoodles, un cruce que no conocía). Pero es que el paisaje y las casas de madera eran... en fin, que nos ha encantado. Y de aquí hemos ido a Okarito, para realizar... la búsqueda de los kiwis salvajes :-)
Okarito está a 20 minutos de Franz Josef Glacier y es un pueblo costero precioso -donde también se puede dormir y es una buena opción-, con un emplazamiento particular. Y es que al oeste tienen el Tasman Sea, al este tienen montañas, al norte tienen un lago y unas marismas llenas de aves y al sur tienen un bosque virgen a rebosar de kiwis de la subespecie más rara... ¡qué más se puede pedir! También hay muchas actividades acuáticas y de otros tipos, pero eso no es lo que hemos venido a ver.
Al llegar a la caseta nos han avisado que NO se podía hacer fotos de ningún tipo (asustan a los kiwis y hay que pedir licencia), que tenemos que cargarnos de paciencia porqué no es un zoológico y vamos a buscar kiwis salvajes y que nos hemos de preparar para no hacer nada nada nada de ruido. En la caseta nos han reproducido grabaciones de los sonidos de los kiwis hembra (como un escupitajo, muy seco) y macho (como un águila, muy agudo), más algunos más de aves locales. ¡Y rumbo al bosque! Nos han comentado que hoy por hoy Okarito es de las pocas localizaciones donde se ha remontado la población de kiwis (de 150 a 450 en una decena de años), gracias a la intervención humana. Y es que, para protegerlos, cogen sus huevos (que tienen un 5% de probabilidades de sobrevivir), los alimentan en un centro de protección local, y los devuelven cuando son mayores (95% de probabilidades de sobrevivir). ¡Y funciona! El problema es que los kiwis son territoriales y cada pareja cubre un área de 1-2Km x 1-2Km, por lo que el bosque ya no permite muchos más... ¡tendrán que pensar donde ponerlos!
La actividad, que dura hasta encontrar al animal y verlo bien, consiste en buscar a los kiwis locales (okarito brown kiwi) con unas antenas que "dan una idea" (énfasis en esto) de donde pueden estar. El resto consiste en escuchar las llamadas del animal para identificar donde exactamente se puede encontrar. Si hay suerte y se encuentran, la idea es observarlos desde la distancia y de manera no intrusiva. Las antenas funcionan puesto que les ponen emisores pasivos en las patas al cuidarlos de pequeños. Se requiere mucho silencio, moverse poco (con las consecuentes picadas de insectos) y caminar en fila como grupo. La verdad es que ha sido una experiencia y hemos terminado viendo un kiwi durante un buen rato, tras más de dos horas de espera y búsqueda. Algo único a hacer en la zona y muy especial. Os dejo con algunas fotos de la experiencia (las de kiwis no son mías, no se podía llevar cámara, pero así os hacéis a la idea) :-)
Y con esto, ¡nos vamos a dormir! Mañana nos toca una excursión intensa a los glaciares y tenemos que estar descansados. De todas maneras, viendo el maravilloso cielo que hacía esta noche, he decidido practicar un poco mi fotografía nocturna. ¡Poco a poco voy aprendiendo! Cámara al tope de ISO, modo bulb, disparador a distancia y... ¡mucha paciencia! (que hoy vamos cargados de la misma)
Antes de acabar hoy, una pequeña reflexión: seguramente si volviéramos a hacer la ruta de dos días iríamos de Picton al Abel Tasman National Park y bajaríamos por la costa hasta Franz Josef Glacier.... por si os planteáis el viaje en un futuro cercano. Tengo que decir que los paisajes (especialmente del segundo día) han sido espectaculares, pero creemos que el parque Abel Tasman es una parada obligatoria y la costa oeste no decepciona, así que... ¡nos lo apuntamos para cuando volvamos!
¡Un abrazo!
Hoy nos levantamos en Wellington -sin haberlo visto- para cruzar el charco que separa las islas norte y sur y empezar nuestra travesía en la otra cara de Nueva Zelanda. Los siguientes dos días los invertiremos en desplazarnos hasta el glaciar de Franz Josef (FJG o Frank Josef Glacier), con las siguientes paradas:
- Blenheim, nicho de los mejores viñedos y bodegas
- Lake Rotoiti, uno de los grandes lagos del sur
- Hanmer Springs, donde haremos noche
- Greymouth, Hokitika, Harihari, Whataroa, y otros pueblos de interés
- Okarito, hogar de una raza de kiwis carísima de ver
- Franz Josef (Waiau) Glacier
Tras saltar de la cama a las 7 de la mañana, hemos desayunado con rapidez para desplazarnos al puerto de Wellington, donde nos esperaba el ferry "Interislander", que en un plazo de 3 horas te lleva desde la capital del Norte hasta Picton, en el Sur. En el ferry se hay un mirador precioso -lástima que el día no acompañaba-, algunas opciones de restauración y una pequeña tienda. Si necesitáis Internet, el ferry no os salvará la vida.
Al llegar a la isla sur hemos cogido el coche rápido directo a Blenheim, para intentar catar algunos vinos al tratarse de la zona más famosa de Nueva Zelanda para este menester (dispone de 5 veces más terreno que en la segunda zona más relevante, en la isla norte). ¡Y eso hemos hecho! Había dos paradas mínimas programadas, Villa María y Brancott Estate.
- Villa María es la casa de vinos con mayor número de premios en Nueva Zelanda. Si bien se centra en el Savignon Blanc -como todo NZ- dispone de otros blancos (pinot gris, chardonnay), tintos (pinot noir, malbec, merlot / cavernet sauvignon) y vinos dulces (riesling). Esta zona es cálida y está escudada de los vientos gracias a las montañas, por lo que es muy popular. Todos los vinos nos han encantado, en especial el chardonnay blanco, el malbec (que no es frecuente en Europa, sí en USA), el Riesling (más dulce que el europeo) y sobretodo el merlot / cavernet sauvignon, que sólo lo venden en el viñedo por tener muy pocas botellas y estaba es-pec-ta-cu-lar. Y alguna hemos comprado ;-)
- Nos hemos enterado que desde 2001 esta zona es cork free zone, es decir, que no usan corcho para los vinos. El principal motivo es el coste, puesto que lo traen de Portugal, pero nos esgrimió otros argumentos destacando que el cierre de rosca actual funciona perfectamente y que en NZ no envejecen los vinos tampoco (por eso hacen más blanco... ¡no tienen bodegas!). En resumen, Villa María es visita obligatoria, y el encargado -Stephen- nos ha hecho una cata que no me habían hecho en la vida, dando mil detalles de cada vino -además de otras conversaciones interesantes que hemos tenido (fútbol, política, etc) -.
- Luego hemos visitado Brancott Estate, famosa por su vino, sus vistas (está en una colina) y por centralizar muchos de los eventos dedicados al vino... ¡y tienen aves de presa también! Hemos aprovechado para comer algo y la verdad es que estaba todo delicioso. ¡Tenían jamón serrano! ¡Que ya lo echábamos de menos! Y nos hemos comido un pollo relleno con ensalada de quinoa que estaba para chuparse los dedos... con un Chardonnay para acompañar.
La verdad es que la visita a los viñedos se nos ha alargado un poco, y haber llegado al sur al mediodía... ¡tampoco daba mucho margen de maniobra! Así que nos hemos saltado la visita al viñedo (que ya hemos hecho algunas en casa) así como la exhibición de aves de presa (que ésta sí puede valer la pena, son famosos por ello) y hemos puesto rumbo express a Hammer Springs, donde dormiremos esta noche.
En el camino hemos parado en un lago precioso, el Lago Rotoiti (lake Rotoiti), donde hemos disfrutado de las vistas y de la fauna que rondaba por allí (gaviotas, cisnes y patos, muy activos todos). Hemos visto que es un punto popular para los locales para venir, desembarcar la barca y salir de excursión. ¡Hemos visto unas lanchas individuales muy interesantes! Aquí tienen mucha vida fuera de casa, ¡es muy interesante!
Y de ahí... ¡camino a Hanmer Springs! Esta población es popular por las alternativas de baños, spa y masajes. Mucha gente viene aquí a relajarse... ¡y nosotros venimos de paso! Cuando hemos llegado eran las 9 y, claro, la mitad de restaurantes ya habían cerrado cocinas. Así que hemos terminado encontrando un indio donde, la verdad, hemos comido excelentemente bien. Y con la barriga llena... ¡nos hemos ido a la cama!
Al día siguiente hemos intentado aprovechar hasta el mediodía para disfrutar del pueblo y relajarnos, ya que estábamos allí. Como ya empezamos a estar algo cansados de piscinas calientes, hemos optado por un masaje justo delante del hotel (artisan spa)... y nos han hecho sendos masajes de una hora que, en palabras de Noe, "es el mejor masaje de espalda que me han hecho en la vida". La verdad es que se esmeran y hemos salido del pueblo con pocas ganas de conducir y un extra de relajación... pero mucha carretera por delante (5 horas más).
La carretera hasta Franz Josef Glacier es preciosa, y hemos realizado bastantes paradas para ver algunas de las maravillas que la isla sur puede y quiere ofrecer, en un día soleado como el de hoy. ¿Os he dicho que en el sur, donde tenía que hacer frío, estamos experimentando los mejores días de sol y calor del viaje? Para comer hemos parado en Reefton, donde como en muchos pueblos típicos neozelandeses (que en su momento fueron pueblos mineros o lo siguen siendo), consiste en una calle con comercios y punto. Y la media de edad de la población... éramos los adolescentes, vamos. ¡Y bien grande que sale en el mapa! En resumen, un día de travesía en el que hemos disfrutado del sol y de los paisajes espectaculares de la isla... ¡pero aún quedaba una cosa por hacer!
Tras una larga ruta en coche, hemos llegado al hotel de Franz Josef Glacier, un lodge que es una maravilla (el hotel más bonito hasta la fecha, West Wood Lodge) y que ha valido la pena el pequeño sobreesfuerzo económico. De entrada me he enamorado de los perros, con los que me he encariñado mucho (unos labradoodles, un cruce que no conocía). Pero es que el paisaje y las casas de madera eran... en fin, que nos ha encantado. Y de aquí hemos ido a Okarito, para realizar... la búsqueda de los kiwis salvajes :-)
Okarito está a 20 minutos de Franz Josef Glacier y es un pueblo costero precioso -donde también se puede dormir y es una buena opción-, con un emplazamiento particular. Y es que al oeste tienen el Tasman Sea, al este tienen montañas, al norte tienen un lago y unas marismas llenas de aves y al sur tienen un bosque virgen a rebosar de kiwis de la subespecie más rara... ¡qué más se puede pedir! También hay muchas actividades acuáticas y de otros tipos, pero eso no es lo que hemos venido a ver.
Al llegar a la caseta nos han avisado que NO se podía hacer fotos de ningún tipo (asustan a los kiwis y hay que pedir licencia), que tenemos que cargarnos de paciencia porqué no es un zoológico y vamos a buscar kiwis salvajes y que nos hemos de preparar para no hacer nada nada nada de ruido. En la caseta nos han reproducido grabaciones de los sonidos de los kiwis hembra (como un escupitajo, muy seco) y macho (como un águila, muy agudo), más algunos más de aves locales. ¡Y rumbo al bosque! Nos han comentado que hoy por hoy Okarito es de las pocas localizaciones donde se ha remontado la población de kiwis (de 150 a 450 en una decena de años), gracias a la intervención humana. Y es que, para protegerlos, cogen sus huevos (que tienen un 5% de probabilidades de sobrevivir), los alimentan en un centro de protección local, y los devuelven cuando son mayores (95% de probabilidades de sobrevivir). ¡Y funciona! El problema es que los kiwis son territoriales y cada pareja cubre un área de 1-2Km x 1-2Km, por lo que el bosque ya no permite muchos más... ¡tendrán que pensar donde ponerlos!
La actividad, que dura hasta encontrar al animal y verlo bien, consiste en buscar a los kiwis locales (okarito brown kiwi) con unas antenas que "dan una idea" (énfasis en esto) de donde pueden estar. El resto consiste en escuchar las llamadas del animal para identificar donde exactamente se puede encontrar. Si hay suerte y se encuentran, la idea es observarlos desde la distancia y de manera no intrusiva. Las antenas funcionan puesto que les ponen emisores pasivos en las patas al cuidarlos de pequeños. Se requiere mucho silencio, moverse poco (con las consecuentes picadas de insectos) y caminar en fila como grupo. La verdad es que ha sido una experiencia y hemos terminado viendo un kiwi durante un buen rato, tras más de dos horas de espera y búsqueda. Algo único a hacer en la zona y muy especial. Os dejo con algunas fotos de la experiencia (las de kiwis no son mías, no se podía llevar cámara, pero así os hacéis a la idea) :-)
Fuente: http://nzbirdsonline.org.nz/species/okarito-brown-kiwi
Fuente: http://petrhlavacek.photoshelter.com/image/I0000qamE7c_h_b4
Y con esto, ¡nos vamos a dormir! Mañana nos toca una excursión intensa a los glaciares y tenemos que estar descansados. De todas maneras, viendo el maravilloso cielo que hacía esta noche, he decidido practicar un poco mi fotografía nocturna. ¡Poco a poco voy aprendiendo! Cámara al tope de ISO, modo bulb, disparador a distancia y... ¡mucha paciencia! (que hoy vamos cargados de la misma)
Antes de acabar hoy, una pequeña reflexión: seguramente si volviéramos a hacer la ruta de dos días iríamos de Picton al Abel Tasman National Park y bajaríamos por la costa hasta Franz Josef Glacier.... por si os planteáis el viaje en un futuro cercano. Tengo que decir que los paisajes (especialmente del segundo día) han sido espectaculares, pero creemos que el parque Abel Tasman es una parada obligatoria y la costa oeste no decepciona, así que... ¡nos lo apuntamos para cuando volvamos!
¡Un abrazo!
Cuando las cosas salen bien, salen bien! Mira que pasar calor en la isla sur! A ver los glaciares....
ResponderEliminarA la vista de todo lo que comentáis, ¿no os planteáis quedaros en NZ? A lo mejor necesitan una Fiscal y un Ingeniero y se está mejor que aquí!
Me da la sensación de q todo es ... a lo grande.
ResponderEliminarGrandes extensiones de viñedos, un lago q parece un mar.
Hasta parece hayáis q en el salto hayáis subido 3 metros.
Cuando volváis os parecerá todo pequeño y ruidoso. iría bien un periodo de adaptación para no añorar NZ. 😜😜